La playa by Sara Cantador

La playa by Sara Cantador

autor:Sara Cantador
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2018-02-18T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 4

IAN

No me había gustado nada la respuesta que nos había dado el profesor de Antoine. Me dio la impresión de que era una de esas personas a las que les cuesta expresar sus sentimientos y por eso creí que no había dado señales de preocuparse en absoluto por él. Pero la forma en la que trató a Eloise distaba mucho de lo que se esperaba de un adulto acostumbrado a hablar con estudiantes.

En el camino de vuelta casi no hablamos. La emoción de mi amiga se había reducido a un ligero mohín en su boca torcida. En algún momento hasta se puso sus auriculares, dándome a entender que no quería hablar. Pero a veces me miraba como pidiéndome disculpas.

Estaba ya medio dormido en el último tramo del viaje, cuando noté a Eloise saltar a mi lado.

—Ian, deberíamos habernos quedado en la biblioteca. —Parecía un poco irritada.

—¿Para qué? —pregunté abriendo los ojos.

—Si él encontró toda la documentación allí, quizá nosotros también podríamos hacerlo.

Medité sobre sus palabras, que poco a poco fueron cobrando sentido en mi mente.

—Podemos volver otro día, incluso un fin de semana si abren los sábados, para que no tengas que negociar más con Conrado. —Sonreí inseguro, intentando calmarla—. De hecho, creo que deberíamos volver y buscar los apuntes de tu hermano. Si no encontramos nada, entonces regresamos a la biblioteca, ¿te parece bien?

—Tienes razón… —Se volvió a sentar, apoyando la espalda en el respaldo del incómodo asiento.

—No te desanimes, Eloise, descubriremos la verdad.

No se giró para mirarme, pero supe que quería creerme.

Cuando llegamos a la parada de guaguas del pueblo, continuamos un rato juntos hasta que nuestros caminos se separaron. Bajé andando a mi casa, aunque sentí la necesidad de desviarme antes hacia el puerto. Había gente que andaba de un lado para otro, incluso me crucé con algún compañero de mi padre que volvía de trabajar, pero no dejaba de pensar en Antoine. En que lo que pudiera haber descubierto fuera tan importante como para condenarlo de esa forma.

Al llegar al muelle 41, observé con cautela la cueva, que vigilaba la playa desde el otro extremo de aquella bahía que era mi hogar. Siempre me había resultado aterradora y fascinante, pero en ese instante la vi como la había mirado Eloise alguna vez. Como un pozo de misterio y tristeza.

Una imagen perfecta que dibujar.



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